¿Puede la Unión Europea actuar sola frente al petróleo ruso?

La Unión Europea (UE) se encuentra en un momento decisivo en su estrategia de presión sobre Rusia. Mientras prepara su 18º paquete de sanciones desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania en febrero de 2022, surge una propuesta especialmente controvertida: reducir el tope de precios del petróleo ruso por debajo de los 60 dólares por barril actuales. Sin embargo, Estados Unidos, uno de los principales impulsores de esta medida dentro del G7, se ha abstenido hasta ahora de apoyar una revisión a la baja, dejando a la UE ante una difícil pregunta: ¿puede permitirse actuar por su cuenta?

Nuevas sanciones, viejos obstáculos

El nuevo paquete de sanciones, anunciado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tiene como objetivo golpear más duro al sector financiero ruso, las llamadas “flotas fantasmas” de buques petroleros y los gasoductos Nord Stream. Además, propone un recorte del tope de precios del petróleo ruso, lo que reduciría aún más los ingresos que Moscú destina a financiar su ofensiva militar.

Von der Leyen fue clara: “Necesitamos un alto el fuego real, necesitamos a Rusia en la mesa de negociaciones y debemos terminar esta guerra. La presión funciona, porque el Kremlin no entiende otro lenguaje”.

No obstante, el tope de precios es un mecanismo que trasciende los límites jurídicos de Bruselas. Fue introducido en diciembre de 2022 como una medida colectiva del G7 —liderada por EE.UU.— con el propósito de limitar los ingresos rusos sin provocar un aumento global de precios. Consistía en prohibir que empresas de países del G7, así como de Australia, brindaran seguros, financiamiento o servicios de transporte marítimo a los buques que comercialicen petróleo ruso por encima de los 60 dólares.

Una estrategia ingeniosa… con fisuras

Aunque en teoría se trataba de una jugada astuta que explotaba el dominio occidental del mercado de seguros marítimos, en la práctica ha tenido resultados mixtos. El crudo ruso ha seguido vendiéndose a precios por encima del tope —a menudo superando los 70 dólares— gracias a la expansión de la “flota fantasma”, buques viejos y sin regulaciones que operan con seguros alternativos difíciles de controlar.

Rusia también ha encontrado en China e India dos socios confiables que compran su petróleo directamente, a menudo lo refinan y lo reexportan, evadiendo las sanciones.

Frente a este panorama, la Comisión Europea considera recortar el tope a 50 o incluso 45 dólares. Reino Unido y Canadá estarían dispuestos a apoyar esta medida, pero Washington no. Y eso complica mucho las cosas.

¿Puede la UE actuar sola?

Legalmente, la Unión Europea puede ajustar el tope de precios dentro de sus propias regulaciones. Sin embargo, toda sanción debe ser aprobada por unanimidad de los 27 Estados miembros, algo difícil sin el respaldo explícito de EE.UU. Países como Hungría, alineados con políticas de la era Trump, podrían vetar cualquier propuesta que contraríe la voluntad de la Casa Blanca.

Incluso si la UE lograra superar sus diferencias internas, surgiría una paradoja práctica: dos topes distintos para el mismo petróleo. Uno en Europa (digamos 50 dólares) y otro en EE.UU. (60 dólares). Esto generaría confusión en aseguradoras, navieras y comerciantes, debilitando la aplicación global del tope.

“Una acción en solitario de la UE podría provocar fricciones dentro de la coalición, socavando la coordinación y la confianza necesarias para mantener la presión sobre los ingresos rusos”, advierte Petras Katinas, analista del CREA.

Geopolítica, el elefante en la sala

Más allá de lo legal o técnico, la decisión tiene un fuerte componente geopolítico. El esquema de tope fue concebido como una coalición del G7+UE. Romper esa unidad proyectaría una imagen de división transatlántica que Moscú estaría feliz de explotar. El Kremlin ya ha buscado sistemáticamente fracturar la coalición de sanciones, y una medida unilateral de Bruselas podría jugar a su favor.

Además, sin la inclusión de potencias emergentes como China, India, Brasil o Sudáfrica, la eficacia del tope es limitada. Estos países no han mostrado intención de unirse a la iniciativa, restándole impacto global.

¿Y ahora qué?

La presión sobre Rusia continúa, pero los márgenes para nuevas sanciones se estrechan. Con menos sectores rusos por sancionar, el foco recae sobre medidas como el tope de precios. Aun así, la UE se encuentra en una encrucijada: avanzar sola con una revisión más estricta podría ser visto como un acto de liderazgo… o de aislamiento.

“El ajuste del tope sin el respaldo de toda la coalición G7 sería en gran parte simbólico”, opina Ben McWilliams, del think tank Bruegel. Sin embargo, reconoce que “la UE podría avanzar en un marco institucional diferente, e incluso sumar al Reino Unido a la causa”.

En cualquier caso, Bruselas tendrá que decidir si su voluntad de presionar más al Kremlin justifica los riesgos de una acción unilateral. Lo que está en juego no es solo el precio del crudo, sino la coherencia de la estrategia occidental frente a la agresión rusa.