En el arranque de la semana, los mercados energéticos han amanecido con un fuerte descenso en los precios del petróleo, ante la combinación de dos factores clave: el incremento de la producción pactado por la OPEP+ y la incertidumbre que genera la guerra comercial entre Estados Unidos y China. El crudo de referencia europeo, el Brent, cayó hasta un 4,6% durante la sesión del lunes, alcanzando los 58 dólares por barril antes de estabilizarse en torno a los 59. Por su parte, el West Texas Intermediate (WTI), referencia en Estados Unidos, ronda los 56 dólares por barril.
Esta nueva caída se suma a la corrección sufrida la semana anterior, cuando el Brent perdió más del 8,5% tras conocerse la posibilidad de una decisión como la que finalmente se adoptó el sábado. En dicha reunión, inicialmente prevista para el lunes, la OPEP y sus aliados, liderados por Arabia Saudí y Rusia, acordaron un aumento de producción de 411.000 barriles diarios a partir de junio. Esta cifra se suma al incremento ya anunciado el mes pasado, cuando el grupo decidió triplicar el volumen previsto inicialmente para mayo.
Una estrategia que busca recuperar cuota de mercado
Con esta política, la alianza OPEP+ está revirtiendo progresivamente los recortes de producción implementados durante años para sostener los precios. Sin embargo, estos recortes también les han hecho perder cuota de mercado frente a competidores como Estados Unidos, que ha mantenido altos niveles de producción.
Arabia Saudí ha dejado entrever que podrían venir nuevos aumentos de producción de magnitudes similares, lo cual ha encendido las alarmas en los mercados petroleros. “El aumento de la OPEP+ simplemente no se puede absorber”, explicó Ajay Parmar, director de análisis de petróleo de ICIS. La escasa capacidad del mercado para asimilar estos volúmenes adicionales se debe a una demanda que muestra claros signos de debilidad, especialmente en el actual contexto de guerra comercial.
El impacto de la guerra comercial en la demanda global
La guerra comercial, impulsada por las políticas proteccionistas del presidente estadounidense Donald Trump, ha erosionado la confianza de los inversores y generado temores sobre el futuro del crecimiento económico global. Este clima ha sido negativo para la demanda de energía, ya que una desaceleración de la economía implica una menor necesidad de transporte, producción industrial y, por tanto, de crudo.
Trump ha amenazado con aplicar nuevos aranceles y, aunque recientemente insinuó estar dispuesto a reducir algunos impuestos a las importaciones chinas, también confirmó que no tiene planes de reunirse con su homólogo Xi Jinping esta semana. Las señales mixtas provenientes de la Casa Blanca no han logrado apaciguar a los mercados.
El resultado de esta combinación —más oferta y menor demanda— es un desplome de los precios. El crudo ha perdido un 20% de su valor en lo que va del año y cotiza ya en niveles que no se veían desde 2021. Esto ha llevado a grandes bancos como Morgan Stanley y Goldman Sachs a revisar a la baja sus previsiones para los precios del petróleo en los próximos trimestres. Morgan Stanley, por ejemplo, ha recortado sus estimaciones para el tercer y cuarto trimestre de 2025 en cinco dólares por barril.
Consecuencias macroeconómicas y presión sobre los bancos centrales
El abaratamiento del petróleo tiene implicaciones que van más allá del sector energético. Un menor coste de la energía puede traducirse en una menor presión inflacionaria, lo que influye en las decisiones de política monetaria de los bancos centrales. Este miércoles se celebrará una reunión clave de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos, en la que se espera que se discutan posibles recortes de los tipos de interés, algo que Donald Trump ha venido solicitando con insistencia.
Trump también ha estado presionando a la OPEP+ para que aumente la producción y reduzca los precios de la energía, con el objetivo de beneficiar a los consumidores estadounidenses. En paralelo, se ha esforzado por estrechar la relación con Arabia Saudí, país clave dentro del cartel petrolero. Washington también ha estado en conversaciones con Teherán sobre un posible acuerdo nuclear, lo cual añade un componente geopolítico complejo, dado que Irán es enemigo político de Arabia Saudí y también miembro de la OPEP.
Perspectivas inciertas
A corto plazo, el mercado del petróleo se enfrenta a una elevada volatilidad. Por un lado, la sobreoferta podría persistir si la OPEP+ continúa relajando sus recortes. Por otro, la demanda sigue bajo amenaza por la fragilidad del comercio global. Cualquier cambio en estos factores —como una mejora en las relaciones entre EE.UU. y China, o un ajuste inesperado de la producción— podría alterar de nuevo el equilibrio de precios.
En definitiva, el desplome del petróleo refleja las tensiones de un mercado atrapado entre decisiones estratégicas de producción y una coyuntura internacional cada vez más impredecible. ¿Logrará la OPEP+ estabilizar el mercado sin sacrificar sus propios intereses? La respuesta podría definir el rumbo de la economía energética en los próximos meses.